sábado, 26 de septiembre de 2015

LAS SIETE MARAVILLAS DEL MUNDO ANTIGUO. (Estatua de Zeus, Olimpia)


Las Siete Maravillas del Mundo Antiguo.   (Estatua de Zeus en Olimpia)

Zeus, el ser "inminente", padre y rey de los dioses del Panteón Olímpico  la divinidad más temible y poderosa de la mitología helénica, poseía en la antigua Grecia numerosísimos templos, siendo el de Olimpia, Élida, cerca de la moderna Miraca, el más célebre y frecuentado de todos. 
Olimpia, vasto recinto sagrado, con templos y altares, era a la sazón la capital mística del país.Siete grandes rutas la unían al resto de Grecia. A las puertas de la ciudad, las carreteras se convertían en encantadoras avenidas bordeadas de pequeños templos y de tumbas, entre el verde de los olivares, los pinos y los perfumados bosquecillos de laureles. Todas afluían al templo de Zeus. 
El magnífico y grandioso edificio, de orden dórico y uno de los mayores de la Antigüedad, medía sesenta y cuatro metros de largo por veintisiete de largo. cuatro grandes escalinatas, bordeadas de marmóreas estatuas, daban acceso al mismo. En trono al templo se extendían bellísimos y fragantes jardines con las más extrañas y olorosas flores...
Y en el interior, al fondo, se cobijaba la colosal estatua de Zeus.
En vísperas de los Juegos Olímpicos griegos , con las más perfumadas flores de los bellísimos jardines de Olimpia, trenzábanse guirnaldas y coronas, con las que se adornaba el templo del padre y rey de los dioses. Y terminados los Juegos el primer deber de los vencedores en los diversos certámenes consistía en ofrendar un sacrificio solemne ante la colosal y deslumbrante estatua de Zeus, maravilla de maravillas.
Medía esta obra maestra, sin tener en cuenta el pedestal, trece metros de altura. Representaba al imponente dios sentado en un trono de ébano, mármol oro y marfil, obra genial de ebanistería y de cincel. Zeus sostenía una estatuilla de la Victoria en su mano derecha; con la izquierda se apoyaba en un cetro, rematado por un águila imperial. El cuerpo del dios era de marfil; y sus ropas, de oro cincelado. Espesa barba y abundante cabellera enmarcaban su rostro, hierático y majestuoso.
Se decía de la incomparable escultura, debida al inmortal artista Fidias, "que la imagen del rey de los dioses, hecha por el rey de los escultores, no tenía par en el mundo...". Para realizar su obra maestra, Fidias habíase inspirado en algunos versos de Homero. El también inmortal poeta muestra a Zeus iracundo, conmocionando a todo el Olimpo con un ligero fruncimiento de cejas y un simple movimiento de cabeza... Sin embargo, el Zeus que Fidias cinceló no era el dios irritado que fulminaba con sus rayos a los culpables mortales. No tenía de homérico sino la majestuosa grandeza de su divinidad. Su expresión reflejaba, más bien, serena dignidad y poder estático. Tal y como el genial artista lo plasmó, reflejaba realmente la fiel imagen "del rey de los dioses y padre de los hombres"..

Al acabar la monumental obra, Fidias no quedó plenamente satisfecho de su labor. A su exigente genio artístico le parecía poco perfecta. Y deseando conocer la opinión pública, ideó un ingenioso medio. Invitaba a la gente a entrar en el templo (para contemplar la recién terminada estatua), Fidias ocultóse detrás de ella sin ser visto por nadie. Los habitantes de Olimpia criticaron la obra sin regateos ni hipocresías. Para unos la nariz de Zeus era demasiado grande; para otros eran los labios, los ojos o la barba lo que no encontraban de su gusto en el venerado dios. Con suma paciencia escuchó Fidias las numerosas observaciones que sincera y espontáneamente hacían sus paisanos. Y como algunas le parecieron justas y atinadas, emprendió seguidamente el retoque de la gigantesca estatua de Zeus.

Días y días trabajó Fidias febrilmente en su obra. Y cuando, al fin, dio el último golpe de cincel, cuenta la leyenda que postróse de hinojos ante su majestuoso Zeus y exclamó:

-- ¿Oh, rey de los dioses...! Recibe mi obra: si la juzgas digna de ti, sírvete manifestarlo por un signo exterior.

La respuesta no se hizo esperar. Cuenta la tradición que los cielos se abrieron, retumbó un espantoso trueno, y por el espacio sin techumbre del atrio "el dios lanzó un rayo en prueba de complacencia...". 

Y sólo entonces comprendió Fidias que había dado cima a su obra maestra. A partir de entonces la Antigüedad agotó las frases de elogio para ensalzar la maravillosa escultura del más genial de los artistas. Epicteto exclamaba entusiasmado:

--¿Id a Olimpia para admirar la imagen de Zeus; considerad como una desgracia morir sin haberla visto!

Todo fue bien para los griegos hasta que allá por el año 148 a.C., los romanos, acaudillados por el cónsul Mummio, invadieron la Grecia, que, después de la toma y destrucción de Corinto, fue incorporada a la República con el nombre de Acaya. Las obras de arte de Corinto fueron enviadas a Roma. Muchas de las cuales aún se exhiben en diferentes museos italianos procedentes de aquella desenfrenada rapiña.

Pero estos tesoros artísticos no colmaron los deseos de los emperadores romanos. Querían la estatua de Zeus de Olimpia. Calígula concibió el proyecto de llevar a Roma la mayor maravilla del mundo y subsistir la estatua del dios por un busto suyo de marfil. Se cuenta que cuando los enviados del vanidoso Calígula penetraron en el templo con la ridícula cabeza de su emperador, ocurrió un hecho sorprendente: en medio del impresionante silencio del templo, Zeus lanzó tan formidable carcajada al ver el busto de su substituto, que los romanos huyeron aterrados, sin intentar siquiera hacer el cambio.

Se ignora lo que sucedió luego; pero consta que Calígula abandonó el proyecto de trasladar a Roma El Zeus de Olimpia. El emperador Teodosio fue menos tímido y supersticioso: Haciendo caso omiso de las temerosas advertencias de los griegos, hizo trasladar la maravillosa obra de Fidias desde Olimpia a Constantinopla. Y a pesar de que han sido muchos los investigadores y arqueólogos que han buscado la estatua en esta última ciudad turca, jamás se ha encontrado.

En cambio, las excavaciones que iniciaron allá por el año 1834 por el alemán Curtius y otros investigadores , pusieron al descubierto casi todos los monumentos de la antigua Olimpia, y hasta el lugar donde se hallaba el trono del dios Zeus. Sin embargo, desgraciadamente, de la estatua nadie sabe nada. ¿Estará, acaso, en el fondo de las aguas del Bósforo o de los Dardanelos?. 

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