EL AVANCE CRISTIANO
El avance de los reinos cristianos en la península ibérica fue un proceso lento, discontinuo y complejo en el que se alternaron períodos de expansión con otros de estabilización de fronteras y en el que muchas veces diferentes reinos o núcleos cristianos siguieron también ritmos de expansión distintos, a la vez que se remodelaban internamente a lo largo del tiempo (con uniones, divisiones y reagrupaciones territoriales de signo dinástico); y a la vez que, también, cambiaba internamente la forma y fuerza del poder musulmán peninsular al que se enfrentaban (que experimentó diversas fases de poder centralizado y períodos de disgregación).
Asimismo la expansión conquistadora estuvo salpicada de continuos conflictos y cambiantes pactos entre reinos cristianos, negociaciones y acuerdos con poderes regionales musulmanes y, puntualmente, alianzas cristianas más amplias contra aquellos como la que se dio en la Batalla de Simancas (939), que aseguró el control cristiano del Valle del Duero y del Tormes; o la más sonada (por su excepcionalidad) y de más amplios vuelos en la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, que supuso el principio del fin de la presencia almohade en la península ibérica. El estudio de tan dilatado y complejo proceso pasa por el establecimiento de diferentes fases en las que los historiadores han establecido perfiles diferenciados en los ritmos y características de conquista, ocupación y repoblación.
- Siglos VIII-X. Completada la conquista en apenas un lustro (711-716), al margen solo queda una estrecha franja montañosa en el Norte. Su principal esfuerzo hasta el siglo X irá dirigido a consolidar nuevas estructuras político-institucionales sobre unas realidades socio-económicas en transformación (el asentamiento masivo de población huida del avance musulmán), configurando las bases del feudalismo en la Península. Al Oeste se afianzó el reino asturiano, extendiéndose entre Galicia, el Duero y el Nervión. Al Este la Marca defensiva carolingia germinará en diferentes núcleos cristianos pirenaicos. Su precaria situación quedará demostrada durante el reinado de Abd al-Rahman III (912-961), cuando reconozcan la soberanía del Califato, convirtiéndose en Estados tributarios.
- Siglos XI-XII. La disgregación del Califato (Taifas) facilitará un lento avance cristiano por la Meseta norte y el valle del Ebro, consolidándose institucionalmente los reinos. Ello será financiado con las imposiciones tributarias (Parias) a que sometieron a los reinos musulmanes, convirtiéndolos virtualmente en protectorados. Es un período de europeización, con la apertura a las corrientes culturales continentales (Cluny, Cister) y la aceptación de la supremacía religiosa de Roma. El avance castellano-leonés (Toledo, 1085) provocó sucesivas invasiones norteafricanas –Almorávides y Almohades- que evitaron el colapso de la España musulmana. La repoblación entre el Duero y el Tajo se sustenta en colonos libres y concejos con amplia autonomía (fueros), mientras que en el Ebro los señoríos cristianos explotarán a la población agrícola musulmana.
- Siglos XIII-XIV. La alianza entre los reinos cristianos (Navas de Tolosa, 1212) logra el definitivo derrumbe del Al-Andalus, conquistando con gran celeridad el sur peninsular (salvo Granada). Una expansión protagonizada por las coronas de Castillay Aragón generará determinados problemas: la absorción de un enorme volumen territorial y poblacional. En Andalucía y Murcia, la imposición de grandes señoríos –nobles guerreros y órdenes militares- y la expulsión de las poblaciones autóctonas –agrícolas y artesanas- derivará en la decadencia económica del territorio. En Valencia y Alicante, los señoríos cristianos, de menor extensión, se superpondrán a una población musulmana que mantendrá la prosperidad económica. Problemas solapados con la crisis económica del siglo XIV y las guerras civiles que desangraron a los reinos de la España bajomedieval. De esta forma se consolida España como la nación que por excelencia resistió y contuvo los ataques musulmanes en Occidente, siendo el Reino de Hungría el guardián de Europa en el Este ante la llegada de los turcos.
- Siglo XV. La supervivencia del Emirato de Granada responde a varias razones: su condición de vasallo del rey castellano, su conveniencia para éste como refugio de población musulmana, el carácter montañoso del reino (complementado con una consistente red de fortalezas fronterizas), el apoyo norteafricano, la crisis castellana bajomedieval y la indiferencia aragonesa (ocupada en su expansión mediterránea). Además, la homogeneidad cultural y religiosa (sin población mozárabe) proporcionó al Estado granadino una fuerte cohesión. Su desaparición a finales del siglo XV –además de por sus interminables luchas dinásticas- se ensarta en el contexto de la construcción de un Estado moderno llevado a cabo por los Reyes Católicos a través de la unificación territorial y el reforzamiento de la soberanía de la Corona.
- LA REPOBLACIÓN
- En paralelo al avance militar se produjo un proceso de repoblación, hoy llamado colonización, con el asentamiento de población cristiana, que podía provenir de los núcleos septentrionales (de tierras montañosas, pobres y superpobladas), de las comunidades mozárabes del sur que emigraban al norte durante las coyunturas de incremento de la represión religiosa (al arte mozárabe se le denomina también arte de repoblación), e incluso de zonas de la Europa al norte de los Pirineos (a los que genéricamente se llamaba francos). Las modalidades de asentamiento de esa población varió en sus características según la forma en que se hubiera producido la conquista, el ritmo de la ocupación y el volumen de la población musulmana preexistente en el territorio a repoblar. En las zonas que sucesivamente fueron frontera entre cristianos y musulmanes, nunca hubo un "vacío demográfico" o "zona despoblada", a pesar de que algunos documentos (que así lo pretendían, justificando de ese modo la legitimidad de las apropiaciones) dieron origen al concepto de "desierto del Duero", acuñado por la historiografía de comienzos del siglo XX (Claudio Sánchez Albornoz).La llegada de los repobladores cristianos se testimonia arqueológicamente no solo en lo más evidente (edificaciones religiosas o enterramientos), sino con cambios en la cultura material, como la denominada cerámica de repoblación.Sirviendo como hitos divisores los valles de los grandes ríos que cruzan la Península de este a oeste, se han definido ciertas modalidades de repoblación, protagonizadas cada una por distintas instituciones y agentes sociales en épocas sucesivas:
- Entre la Cordillera Cantábrica y el Duero. En una verdadera "cultura de frontera", el rey atribuye durante los siglos VIII y XI tierras deshabitadas a hombres libres que debían defenderse a sí mismos en un entorno inseguro, y ocupar la tierra que ellos mismos iban a cultivar (presuras). Un proceso en cierta forma similar se denomina aprisio en los núcleos pirenaicos. A medida que la frontera se alejaba hacia el sur, la independencia inicial que caracterizó el espíritu del condado de Castilla(caballeros-villanos, behetrías) se fue sustituyendo por formas más equiparables al feudalismo europeo, con el establecimiento de señoríos monásticos y nobiliarios.
- Entre el Duero y el Sistema Central. En los siglos XI y XII se establecieron concejos municipales a los que se atraía a la población mediante el establecimiento de sustanciales privilegios colectivos fijados por escrito en cartas aforadas (cartas pueblas o fueros). Estas ciudades ejercían el papel de verdaderos señores colectivos sobre el campo circundante (alfoz) con el que formaban comunidades de villa y tierra: Salamanca, Ávila, Arévalo, Segovia, Cuéllar, Sepúlveda, Soria, etc.
- Valle del Tajo. Sin mucha aportación nueva de repobladores, se mantuvo gran parte de la población autóctona de la Taifa de Toledo (una zona densamente poblada). Se inició desde la conquista de Toledo (1086) y de forma simultánea a la repoblación del espacio más al norte, con la que comparte formas jurídicas equivalentes: Talavera, Madrid, Guadalajara, Talamanca, Alcalá de Henares, etc. Cada comunidad definida por su origen étnico-religioso (judíos, musulmanes, mozárabes y castellanos) contó con un estatuto jurídico particular. Tras la invasión almorávide se expulsó a los musulmanes, castellanizándose el reino. La sede arzobispal toledana se enriqueció con las propiedades de las mezquitas y la adquisición de otras, particularmente de familias mozárabes (mesa arzobispal de Toledo, montes de Toledo).
- Valle del Ebro. Durante la primera mitad del siglo XII, los grandes núcleos urbanos como Tudela, Zaragoza y Tortosamantienen la población musulmana, al tiempo que entran en el territorio oleadas de mozárabes, francos y catalanes que se establecen siguiendo el sistema del repartimiento, ocupando las casas abandonadas.
- Cuencas medias del Guadiana, del Júcar y del Turia. Entre finales del siglo XII y principios del XIII, el rey concede a las órdenes militares españolas grandes señoríos (encomiendas), principalmente en Extremadura, La Mancha y El Maestrazgo. Alrededor de sus castillos se asientan poblaciones campesinas con libertades muy recortadas, no configurándose concejos de relevancia.
- Valles del Guadalquivir y del Segura, llanura litoral valenciana e islas Baleares. Durante el siglo XIII se realiza mediante repartimientos de donadíos (grandes extensiones concedidas a los más altos nobles, funcionarios, órdnes militares e instituciones eclesiásticas) y heredamientos (medianas y pequeñas parcelas entregadas a caballeros de linaje, caballeros y peones). La población musulmana permaneció en las zonas castellanas hasta la revuelta mudéjar de 1264 y su posterior expulsión, que posibilitó el aumento de los grandes señoríos. En el reino de Valencia la población musulmana se mantuvo en las zonas rurales hasta la expulsión de los moriscos de 1609.
- RELIGIÓN Y CULTURA
En los territorios dominados por los musulmanes continuaban existiendo, separadas pero pacíficamente, comunidades cristianas (con religión, idioma y leyes propias). Eran los llamados mozárabes. Estos eran respetados al principio, pero poseían menos derechos y más desventajas frente a los musulmanes (no podían construir nuevas iglesias, pagaban impuestos especiales...). La tolerancia se perdió a medida que avanzaba la conquista de la península (de los territorios que antes pertenecían al dominio de los visigodos por los Estados cristianos del norte, en buena parte herederos de los visigodos) y con la llegada de los almorávides y almohades del Norte de África.
También en los territorios que habían vuelto a pasar bajo el dominio de los reyes cristianos seguían viviendo musulmanes. Así se producía un intercambio cultural importante entre musulmanes y cristianos. Junto con estas dos culturas coexistía la judía. Sabían, además del hebreo, el árabe y el castellano, por lo que tenían un papel importante en la traducción de textos a diversos idiomas (junto con traductores cristianos en la Escuela de Traductores de Toledo). La figura cultural judía más importante es el filósofo Moisés Maimónides. Gracias a la traducción al latín, los textos árabes tendrían difusión en otros países europeos, y no fue menos importante el hecho de que los árabes habían conservado y traducido una inmensa cantidad de textos griegos y latinos, que por esta vía volvieron a ser parte de la cultura europea.
Todavía hoy en día quedan en España influencias muy importantes de aquella época: unas 4.000 palabras de origen árabe (muchos nombres y sustantivos aunque muy pocos verbos), empleadas lógicamente con mayor profusión cuanto más al sur, monumentos de la época (fortalezas como La Alhambra, mezquitas como la de Córdoba), iglesias y palacios de estilo cristiano-musulmán (mudéjar), gastronomía (el empleo generalizado de especias y verduras en los distintos platos, infinidad de platos de nuestra comida actual, dulces de origen musulmán, el empleo de vajilla de cristal, o el orden de las comidas -1.er plato, sopa, 2º plato, carne o pescado y postre), diversas costumbres, como el hecho de llevar ropas claras en verano, así como la gran influencia que tuvieron la ciencia, la tecnología, la literatura y la filosofía no solo en España, sino en Europa.
RENDICIÓN DE BOABDIL Y FIN DE LA RECONQUISTA
El 2 de enero de 1492 se produce la rendición de Boabdil y la entrega del reino de Granada a los Reyes Católicos, que supuso el fin de la Reconquista. El reino de Granada era el único reino musulmán de la Península a finales del siglo xv. Abarcaba una gran extensión que empezaba en las montañas de Sierra Nevada y llegaba a la costa gaditana, adentrándose en la provincia de Málaga y en tierras de Córdoba, Jaén y Sevilla. Durante años había sobrevivido entre los poderosos reinos cristianos aprovechando las desavenencias que surgían entre ellos y pagando el correspondiente tributo. Sin embargo, tras una concienzuda pacificación interior, los Reyes Católicos pudieron ocuparse de la que consideraban la gran asignatura pendiente de la cristiandad: culminar la Reconquista.
El reino nazarí se adelantó en la contienda apoderándose, en 1481, de la fortaleza de Azahara. Los Reyes Católicos, que no tenían intención de renovar la tregua que mantenían con Granada, respondieron al ataque y emprendieron una escalada de refriegas fronterizas que ya no se detendría hasta la victoria final. Primero fueron Alhama y Loja, luego vendrían Ronda y Málaga. Durante el primer asedio de Loja, de graves pérdidas para los cristianos, sucedió algo inesperado en Granada. Los hijos de Abú-al Hassan, Abdalá y Yusuf, iniciaron una revuelta contra su padre. Abdalá, Boabdil para los cristianos, se hizo con el control de Granada y su hermano con el fuerte en Málaga, presentando batalla común a Fernando el Católico.
Sin embargo, Boabdil cayó preso en la batalla de Lucena y los Reyes Católicos acordaron con él una tregua de dos años antes de dejarle en libertad. Los Reyes aprovecharon las discordias entre hermanos y su cercanía a Boabdil para acordar la rendición de Granada a cambio de tierras y títulos para el emir. Quedaba aún la resistencia de su hermano, apodado «El Zagal», que no cedió Málaga sin brindar una enconada resistencia. Tras la caída del Zagal sólo quedaba que Boabdil cumpliese con su parte del trato, aunque la ciudad no quiso rendirse y prolongó su resistencia hasta 1491. En abril, el asedio cristiano se intensificó y en noviembre, mermada la moral de los sitiados, Boabdil comenzó a negociar en secreto. La ciudad se rendía en enero de 1492. La Reconquista había terminado.
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