Luis XIV y sus herederos (hacia 1710). De izquierda a derecha: Luis, duque de Bretaña, vestido de niña; el Gran Delfín, hijo de Luis XIV; Luis XIV, sentado; Luisduque de Borgoña, hijo del Gran Delfín y padre del duque de Bretaña.
El 17 de abril de 1711 murió el emperador José I de Habsburgo, siendo su sucesor su hermano el archiduque Carlos. Tres días antes había fallecido Luis de Francia, apodado el «Gran Delfín» y padre de Felipe V, lo que colocaba a éste en una posición aún más cercana a la sucesión de Luis XIV, teniendo todavía por delante a su hermano mayor, el duque de Borgoña y al hijo de este, un niño débil a quien todos auguraban una muerte temprana, llamado Luis, en este momento duque de Anjou, al dejar Felipe el ducado vacante, y que finalmente sería quien reinaría como Luis XV. Estos decesos dieron un giro a la situación. La posible unión de España con Austria en la persona del archiduque podía ser más peligrosa que la unión España-Francia: suponía la reaparición del bloque hispano-alemán que tan perjudicial había sido a los otros países en los tiempos del emperador Carlos V. Los demás estados europeos, y sobre todo Inglaterra, aceleraron las negociaciones de cara a una posible paz cuanto antes, ahora que la situación les era conveniente, y comenzaron a ver las ventajas de reconocer a Felipe V como rey español. Para su suerte, Francia estaba exhausta, lo que la hacía más proclive a las negociaciones. El pacto de Luis XIV con Inglaterra se produjo en secreto. Inglaterra se comprometía a reconocer a Felipe V a cambio de conservar Gibraltar y Menorca y ventajas comerciales en Hispanoamérica. Las conversaciones formales se abrieron en Utrecht en enero de 1712, sin que España fuese invitada a las mismas en este momento.
En febrero de 1712 moría el duque de Borgoña, quedando sólo Luis, al cual todos consideraban como incapaz. Luis XIV deseaba nombrar regente a su nieto Felipe, pero los ingleses pusieron como condición indispensable para la paz que las dos coronas de España y Francia quedaran separadas. El que ocupara uno de los reinos debía forzosamente renunciar al otro. En España se produjeron por aquellos días escaramuzas sin importancia, aunque se reafirmó el apoyo de Barcelona a Isabel Cristina, la esposa del Archiduque Carlos, entonces ya Emperador Carlos VI del Sacro Imperio, que se había quedado en la ciudad en calidad de regente y como garantía de que su marido no renunciaba a sus pretensiones sobre el trono español. En el escenario europeo se produjo el 24 de julio la derrota del príncipe Eugenio de Saboya en la batalla de Denain, lo que permitió a los franceses recuperar varias plazas. Finalmente Felipe V hizo pública su decisión. El 9 de noviembre de 1712 pronunció ante las Cortes su renuncia a sus derechos al trono francés, mientras los otros príncipes franceses hacían lo mismo respecto al español ante el parlamento de París, lo cual eliminaba el último punto que obstaculizaba la paz.
El Imperio Austria se había quedado fuera de esta paz, ya que Carlos VI no renunciaba al trono español, y la emperatriz austríaca seguía en Barcelona. Las cesiones españolas al Sacro Imperio Romano Germánico no se harían efectivas hasta que Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico renunciase a sus pretensiones. Esto sucedió en dos fases, primero con la paz entre el Imperio y la Monarquía de Francia en el Tartado de Rastadtel 6 de mayo de 1714, confirmado en el Tratado de Baden de septiembre, y, definitivamente, por el Tratado de Viena (1725), firmado por los plenipotenciarios de Felipe V y Carlos VI. Como consecuencia de este último tratado pudieron regresar a España y recuperar sus bienes la nobleza austracista que se había exiliado en Viena, entre los que destacaban el duque de Uceda y los condes de Galve, Cifuentes, Oropesa y Haro.
Al intentar hacer un balance de vencedores y vencidos en el momento del tratado de Utrecht es un poco difícil hablar en términos absolutos. Gran Bretaña puede considerarse vencedora, ya que se hizo con estratégicas posesiones coloniales y puertos marítimos que fueron la base de su supremacía futura y del Imperio británico. El ducado de Saboya recibió ampliaciones que lo transformaron en el Reino de Piamonte. El electorado de Brandeburgose extendería transformándose en el Reino de Prusia. El lote italiano del Imperio españolpasó a manos del emperador austríaco Carlos VI, aunque se recuperaría de facto el Reino de Nápoles en 1734 tras la batalla de Bitonto (un episodio de la Guerra de Sucesión polaca). Es de reseñar también la pérdida de Orán y Mazalquivir en 1708 a manos del Imperio otomano, consecuencia indirecta de la guerra al no poder trasladarse tropas de refuerzo a esta ciudad por estar combatiendo en Europa.
EL PRINCIPADO DE CATALUÑA SIGUE RESISTIENDO (1713-1714)
Tras la repentina muerte de su hermano, el archiduque Carlos fue elegido emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico en septiembre de 1711. Esto le obligó a trasladarse a Fráncfort para su coronación como emperador con el título de Carlos VI y en consecuencia abandonar Cataluña, si bien dejó como regente a su esposa, la emperatriz Isabel Cristina de Brunswick. Cataluña esperaba que sus leyes e instituciones propias fuesen preservadas según lo acordado en el Pacto de Génova de 1705 firmado por los representantes del Principado y de la reina Ana de Inglaterra. Así, cuando en 1712 comenzaron las negociaciones de paz en Utrecht, Gran Bretaña planteó a Felipe V el "caso de los catalanes" y le pidió que conservase los fueros, a lo cual éste se negó, aunque prometió una amnistía general. Los ingleses no insistieron, puesto que tenían prisa por que se firmase el tratado y disfrutar de las enormes ventajas que les proporcionaba. Al conocer este acuerdo y presionada por Gran Bretaña, Austria accedió secretamente a un armisticio en Italia y confirmó el convenio sobre la evacuación de sus tropas de Cataluña. Finalmente la emperatriz también se embarcó en marzo de 1713, oficialmente para «asegurar la sucesión» del trono austríaco, quedando como virrey el príncipe Starhemberg, en realidad con la única misión de negociar una capitulación en las mejores condiciones posibles, pero ni siquiera esto se consiguió dado que Felipe V no aceptaba el mantenimiento de los fueros catalanes. Por otra parte, el Tratado de Utrecht únicamente había incluido una cláusula por la que se concedía una amnistía general a los catalanes y que gozarían de los mismos privilegios que sus súbditos castellanos, pero no los suyos propios.
El gobierno catalán se componía entonces de tres instituciones, los Tres Comunes de Cataluña: el Consejo de Ciento que se encargaba de la ciudad de Barcelona, la Diputación General o Generalitat, de atribuciones sobre todo tributarias sobre el conjunto del territorio, y el Brazo militar de Cataluña. El 22 de junio de 1713 el príncipe Starhemberg comunicó a los catalanes que había llegado a un acuerdo con el general borbónico en el llamado convenio del Hospitalet para la evacuación de las tropas, y como garantía les había entregado Tarragona. Tras ello, se embarcó secretamente junto con sus soldados, dejando a Cataluña a su suerte. En Barcelona se formó la Junta de Brazos de las Cortes, la cual decidió una defensa numantina. Mientras tanto el comandante borbónico, el duque de Popoli, sometía las ciudades circundantes y terminó pidiendo la rendición de la propia Barcelona, a lo que ésta se negó. Entonces Popoli inició un bloqueo marítimo, no demasiado eficaz, ya que era burlado por Mallorca, Cerdeña e Italia. En los siguientes meses se produjeron levantamientos en el campo, que fueron rápidamente sofocados. En marzo de 1714 se firmó el Tratado de Rastatt, confirmado en septiembre por el Tratado de Baden, lo que suponía el abandono definitivo de Carlos VI. El emperador envió una carta a la Diputación General de Cataluña en la que les explicaba que había firmado el tratado de Rastatt obligado por las circunstancias y que todavía mantenía el título de rey de España.
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